domingo, 28 de noviembre de 2010

AMOROSA

En José Antonio Domínguez no se nota la influencia del llamado modernismo que se iniciaría en 1880 a 1890, que llego a su plenitud con Rubén Darío en 1896, cuando este publicara su libro Prosas Profanas,  que pudiera llamarse el breviario de los nuevos aedos en el mundo de habla española. 

El verso de Domínguez es de factura clásica y conserva en su plenitud el ritmo  de sonoridades fastuosas de Zorrilla, de Espronceda, de Quintana, dentro del más puro romanticismo, que era pauta lírica de la época.
Es indudable que Domínguez, tierno y sensitivo hasta el delirio, fue victima, de una pasión amorosa, en su temprana juventud, pasión que culminaría en una incurable decepción, la cual acaso le alejó para el resto de sus días, de todo contacto pasional, asqueado de la vida, arrebujado en un negro pesimismo.

Vease en seguida su soneto AMOROSA , que es un dechado de romanticismo puro, un expresivo mensaje de refinamiento y delicadeza, un homenaje que se deshoja, como un madrigal a los pies de la amada.

Yo   te he visto en esa hora fugitiva
                                                         en que la tarde a desmayar empieza,
doblar cual lirio enfermo la cabeza,
la cabeza adorable y pensativa.

Y entonces, más que nunca, sugestiva,
se ha mostrado a mis ojos tu belleza,
como en un claro-oscuro de tristeza
con palidez de luna que cautiva.

Y es que en tu corazón antes dormido,
el ave del amor ha hecho su nido
y entona su dulcísimo cantar.

Y al escucharle, en ondas de ternura,
languidece de ensueños tu hermosura
como un suave crepúsculo en el mar.




Pineda, J. L. (1986).

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